
El abeto (Abies sp.) es una conífera de la familia de las Pináceas formada por más de 50 especies y presente en Asia, Europa y Norteamérica. Árbol de tronco recto que alcanza una altura de alrededor de 60-80 m, necesitando entre 100 y 200 años para alcanzar su máximo desarrollo según especies. Sus ramas crecen horizontalmente en círculos alrededor del tronco y están cubiertas de hojas en forma de aguja sin peciolo siempre verdes. Frutos en forma de cono o piña, que crecen erectos agrupados en las ramas superiores. Su sistema radicular es muy amplio y superficial, por lo que vive en terrenos húmedos resistiendo una ligera sequía estival y realizando una importante labor de sujección de tierras en las montañas donde vive.

Usos:
Su madera no está muy bien considerada para la fabricación de muebles, pero sí se utiliza para contrachapados, para leña y para hacer pasta de papel. Debido a la rectitud de su tronco, antiguamente se usaba mucho como viga en las construcciones.
El abeto tiene usos medicinales. Simplemente el hecho de olerlo limpia las vías respiratorias. La infusión de los brotes se emplea para aliviar los síntomas de la gripe y el reuma. De los brotes se obtiene también la llamada miel de abeto, que se usa contra la tos. A partir de la resina se obtiene la trementina que protege contra resfriados, es diurética, balsámica y laxante.
Simbología y magia del abeto:
Su altura y sus agujas siempre verdes convierten al abeto en el símbolo de la vida eterna, de la espiritualidad y la elevación.

Según la mitología romana, una ninfa sedujo al pastor Attis, amante de la diosa Cibeles, y por ello Cibeles convirtió a Attis en abeto. Además, Eurípides en su obra Las Bacantes cuenta que tras las orgías las Furias del bosque descansaban y se apaciguaban sobre ramas de abeto.
En la Antigua Grecia el abeto estaba consagrado a la diosa Artemisa, la diosa de la luna, por ello el Caballo de Troya, también consagrado a la luna, fue construido con madera de abeto.

Para la cultura celta el abeto simboliza la vida eterna y la inmortalidad. Además, el abeto plateado simbolizaba el árbol del nacimiento y quemaban sus agujas para bendecir a madre y niño tras el parto.
Pero el símbolo más popular y extendido es el del árbol de Navidad. Existen muchas leyendas sobre el origen del uso del abeto como árbol de Navidad pero no se tiene claro el origen verdadero de esta tradición. Según la tradición cristiana, San Bonifacio derribó un fresno gigante, el Yggdrasil, que sostenía todos los niveles del mundo desde el cielo hasta los infiernos. En su lugar plantó un abeto o pino como símbolo del amor eterno de Dios y los llenó de velas simbolizando la purificación y la luz de Cristo. Otra leyenda cuenta que San Bonifacio lo que derribó fue un enorme roble que se llevó consigo todos los árboles que le rodeaban excepto un pequeño abeto al que llamó «árbol del Niño Dios», simbolizando su forma triangular las Santísima Trinidad.

También se ha relacionado el abeto con el manzano de Adán y Eva, colgándose en el árbol de Navidad manzanas rojas simbolizando la salida del Paraíso de Adán y Eva y colocando una estrella en la punta del árbol como símbolo de la fe. Las bolas azules simbolizan el arrepentimiento, las plateadas el agradecimiento, las doradas la alabanza y las rojas la petición.
El árbol de Navidad se empezó a usarse en Europa en el siglo XVI, concretamente en Alemania. No fue hasta 1841 que el príncipe Alberto y su esposa la reina Victoria, usaron por primera vez el árbol de Navidad en el castillo de Windsor, de manera que se introdujo y popularizó a partir de entonces su uso en Inglaterra y desde allí al resto de Europa. Fueron los colonos alemanes los que lo introdujeron en Estados Unidos a principios del siglo XIX durante la guerra de la Secesión.

Desde entonces el abeto es el símbolo de la Navidad por excelencia en casi todo el mundo adornando hogares tanto cristianos como no. El nacimiento o belén, en cambio, sí es una tradición exclusivamente cristiana ya que representa el Nacimiento del Niño Dios y la Adoración de los pastores y los Reyes Magos. El primer belén que se montó en la historia para celebrar la Navidad fue en la Nochebuena de 1223 en Greccio (Italia) de mano de San Francisco de Asís. Este primer belén únicamente tenía un buey y una mula reales y un pesebre vacío que se utilizó como altar para celebrar una misa nocturna para celebrar en nacimiento del Niño Jesús. A partir del sigo XIV se popularizó el uso del belén desde Italia hacia el resto de Europa tal y como lo conocemos hoy.
Bibliografía y fuentes: La energía curativa de los árboles (S. Green), Árboles guardianes de la magia (A. Newman), Wikipedia, sobreleyendas.com